Hace un tiempo atrás la vida me llevó a vivir a Chemuyil, un pequeño pueblo que se localiza entre Playa del Carmen y Tulum en Quintana Roo.
A pesar de que nunca he vivido en una gran metrópoli, el cambio de la ciudad al pueblo fue todo un reto para mí, no solo por el hecho de estar en medio de la selva sino que todo mi estilo de vida cambió.
Fueron tan solo dos meses en esta aventura, un periodo que me sirvió bastante para reflexionar, valorar y apreciar todo a mi alrededor. Así fue mi experiencia…
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En ese entonces estuve trabajando como Community Manager en una franquicia hotelera, la cual contaba con cuatro hoteles en la Riviera Maya. Esta empresa ofrece a sus empleados hospedaje en unos edificios de su propiedad ubicados en el pueblo de Chemuyil.
Con tal de ahorrarme la renta y el traslado de Playa del Carmen al trabajo, opté por tomar esta opción y probar, siendo así como llegué a Chemuyil.
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Las habitaciones y todo el complejo estaba en muy buen estado, sin embargo los cuartos no contaban con aire acondicionado y la única forma de obtener internet (Además de usar tus datos en el celular) era consumiendo en la cafetería del lugar, por lo que estar encerrado podría ser aburrido y muy caluroso.
Por estas y otras razones comencé a buscar cosas que hacer “¿Cómo puedo entretenerme en un pueblo tan pequeño?” me preguntaba, así que salí a explorar casi todos los días, al menos una o dos horas diarias, por un rato descubrir Chemuyil fue mi pasatiempo.
Recorrer las calles de Cheyumil para mí era como haber retrocedido en el tiempo, noté que todos se conocían y se saludaban, me encantaba ver a los niños jugando sin ningún aparato electrónico, libres de tecnología, el deporte era parte del día a día de la población, hasta contaban con sus propios equipos y torneos. Había una que otra opción para comer ¡Todas deliciosas!
Las familias eran grandes y unidas, en una ocasión me enfermé, no había consultorios médicos, preguntando me dijeron quién podría inyectarme, por lo que llegué a un par de casas donde conocí este aspecto sobre ellos.
El pueblo no contaba con ningún cajero automático y tenía la mala costumbre de nunca traer dinero en efectivo conmigo, fui ahí donde aprendí que hay que estar preparado ¡La primera vez que quedé con el antojo de unos elotes!
En una de mis caminatas descubrí Chan Chemuyil, una zona muy pintoresca (que en realidad desconozco si sea otro pueblo o parte del mismo) donde noté que habitaban muchos extranjeros, en su mayoría europeos y norteamericanos. Inmediatamente me pregunte “¿Qué hacen aquí?” “¿Qué los motivo a vivir acá?”, encontré la respuesta a unos pasos…
Así como en una ciudad hay parques públicos para el deleite de todos, en Chemuyil había cenotes, y descubrirlos fue lo más sobresaliente de mi estancia en el lugar.
Conforme pasaban los días iba encontrando más y más, cuatro de ellos eran gratuitos y uno de ellos tenía costo de entrada (Unos $50 pesos), en uno hasta había peces que se comían la piel muerta de tus pies ¡Mejor que ir al spa!
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Las personas que habitaban ahí habían elegido vivir en este lugar por su tranquilidad y el contacto con la naturaleza que Chemuyil brinda.
Además de la selva y los cenotes tenían la Playa Xcacel muy cerca de ellos, solo bastaba con cruzar la carretera y listo.
Vivir en Chemuyil me ayudó a salir de mi zona de confort y buscarle el lado positivo a las cosas, sin embargo llegó un punto en el que me sentí atrapado en la rutina y decidí dejar el hotel y la vivienda en el pueblo.
De vez en cuando recuerdo los días ahí y sé que volveré…
Y tú… ¿Conoces Chemuyil? ¿Vivirías en este pueblo?
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