Hace un par de días y después de dos años, regresé a una ceremonia de Ayahuasca, esta medicina sagrada que le ha cambiado la vida a miles de personas.

Cómo he contado antes, la Ayahuasca te llama y a cada quien le llega su momento. Siempre espero un tiempo considerable entre una ceremonia y otra, pues lo considero un proceso muy fuerte. No tenía contemplado hacerlo este año. Pero la oportunidad se dio.

Mi amiga Karen venía de visita y me preguntó si sabía sobre alguna ceremonia, así que me puse a buscar, en ese inter comencé a considerar la opción. Contactamos a varios grupos, nadie tenía ceremonia en las fechas de su visita y un día me llegó un anuncio de Facebook, justo para el día de mi descanso.

Era la señal que necesitaba y aunque sabía que sería un proceso retador por todo lo vivido en la pandemia, sabía que valdría la pena. Así que comenzamos con la preparación (dieta) y trabajar en un propósito. 

Los sentidos multiplicados

Por lo general hago mucho énfasis en los mensajes que recibo en la ceremonia y esta vez quiero hacer mayor hincapié en las sensaciones que se perciben con la Ayahuasca, pues considero que posiblemente esta haya sido la experiencia más sensorial que he vivido hasta el momento y literal tenia todos los sentidos a flor de piel, especialmente el oído.

No me tomó más de diez minutos sentir los efectos del primer shot de Ayahuasca, la cual a diferencia de las otras veces que la probé, esta fue fácil de digerir, no era grumosa y tenía un saber menos amargo. Intenté mantenerme sentado como lo sugirió el chamán, pero al sentir mi cuerpo pesado opté por recostarme.

Ya en cama rápidamente comencé el viaje, una sensación que no recordaba tan vivida. Los colores, caleidoscopios, luces, transiciones inesperadas, todo se hizo presente. En algunos momentos veía escenarios en 3D, como si sus elementos estuvieran escalonados, a veces era difícil percibir que estaba cerca y que estaba lejos, las dimensiones ya no eran como las conocemos. En partes llegué a desfragmentarme y convertirme en parte de los paisajes. Sentía cómo me absorbía y formaba parte del todo.

Todo era muy rápido, apenas estaba empezando a disfrutar la experiencia cuando ya había momentos oscuros e incomodos, no iba ni una hora cuando ya sentía retorcijones en mi estómago, las náuseas también se hicieron presentes y comencé a sentir mucho asco con mi misma saliva, hasta el punto de comenzar a escupir, en ese entonces sin vomitar. Fue ahí cuando llegaron a mi cabeza pensamientos de arrepentimiento “¿Por qué vine?”, “No recordaba esta mierda (Refiriéndome a los malestares)”, “Ya que acabe” y los dolores se hicieron más agudos.

En mi platica interna decidí relajarme, “A esto vine”, “Que salga lo que tenga que salir” y me dejé fluir. En definitiva, todo el tiempo fue una montaña rusa de emociones, de repente reía, luego lloraba, después gozaba, más tarde sufría, hubo de todo. En ciertos momentos me sorprendía que no tenía control sobre mi cuerpo, inconscientemente me acomodaba, me ponía en posición fetal, luego boca arriba, a veces con las manos en mi rostro o acariciando mi cabello, las palmas apuntando hacia el cielo. No había un pensamiento previo para realizar el movimiento.

Esta es la primera vez que vivo una ceremonia de Ayahuasca en la selva y eso creo que le dio ese toque extra. Una experiencia súper sonora. Si bien la música siempre es parte importante de la ceremonia, en esta ocasión hubo varios momentos de “silencio”, en los que la jungla se encargaba de la orquesta, podía escuchar todo, las aves, los insectos y otros animales, las plantas y árboles con el viento, la lluvia y los truenos. Incluso había momentos en que escuchaba música que mi “Yo consciente” sabía que no venía de ningún lugar.

Como siempre el tacto es fascinante, sentir mis cobijas era súper placentero. A veces abría mis ojos y seguía el viaje, figuras y colores en los árboles y en las nubes. Veía al chaman y no era él, era una persona mayor, tal vez su maestro nos acompañó por instantes.

Reconexión con la divinidad

La Ayahuasca para mí siempre había sido como ver una película, esta vez puedo compararlo más con ver una serie, en la cual veía los capítulos sin ningún orden. Empecé con el 3, pasé al 25, volví al 8, después al 14 y así sucesivamente. Había momentos en que no encontraba un sentido. Lo interesante es hilar y comprender esos mensajes.

Para mi esta experiencia fue un regreso a conectar con la divinidad y un abrir de ojos para darme cuenta de la gran obra maestra que es la vida. Vi muchos animales, paisajes sorprendentes, la naturaleza a su máximo esplendor, el espacio y más. Lo que dio pie a uno de los momentos en que más me intensé.

Me puse en el lugar de Dios, me imaginé el momento en que se creó todo, visualicé un lienzo negro y a partir de ahí no pude dejar de elogiar su trabajo. Me cayó el veinte de la fregonería en la que vivimos, desde el origen del universo, los planetas, ecosistemas, miles de seres, todos con nombres y características únicas, pensar todavía en que hay cosas dentro de las cosas, hasta llegar a las células, microorganismos, etc. Prácticamente me sumergí de lo más a lo menos (En dimensiones).

Veía algo, por ejemplo, una cascada de ensueño e inmediatamente le echaba porras a Dios “No mames cabrón, te la volaste”, un desierto imponente “Wow que gran trabajo”, unas hormigas trabajando “Qué obra de arte, te la rifas wey”, todo lo que veía me parecía sorprendente y no podía no decírselo. Le aplaudí, le tiré besos, estaba en éxtasis total por presenciar esta pieza maestra que es existir. 

Mi gente presente

Varios de mis amigos se manifestaron, di las gracias por su presencia en mi vida, por su amistad, las historias vividas, tuvo momentos uno a uno con algunos de ellos y les envié amor.

Pude ver a dos de mis sobrinos que aún no conozco, cargué a uno en cada brazo y me puse a llorar como loco, – “Los quiero pinches guerreritos” -, y le di un beso a cada uno, agradecí su existencia y su fortaleza por haber resistido a todo lo que se han enfrentado en tan pocos meses de vida.

Mi abuela paterna, la única abuela de los cuatro que sigue con vida, se manifestó varias veces. Con ella también lloré, me disculpé por estar ausente y le prometí que llamaría más seguido. Aunque a veces tenemos diferencias de pensamiento y la vi de una manera de distinta, la percibí como una Diosa, que con sus oraciones que se avienta todos los días nos ha dado a mí y toda la familia su poder de creación.

Le agradecí todo su apoyo y reconfirmé que gran parte de lo que soy es gracias a ella. En sí, siento que todos deberíamos agradecer a nuestros abuelos y antepasados por donde estamos. Incluso de con quienes no simpatizamos, pues nos enseñaron como si y como no queremos ser.

Un baño de amor propio

Me fueron cayendo muchos veintes, de por dónde si y por donde no debería dirigir mi vida. En una escena me decía a mí mismo que debo exponer todas mis necesidades en todas mis relaciones, ya sean amorosas, de amistad e incluso laborales y que no debería conformarme.

Vi muchas cosas relacionadas a mi trabajo. En otro momento me acercaba a mis jefes para decirles cómo me sentía, claro ahí me sentía el todo poderoso “¿Quieren mi talento y creatividad? No puedo estar diez horas en una oficina, quiero trabajar también en bóxer en mi casa…” y así, cosas que no diría en una conversación cotidiana. Pero me dio una perspectiva de lo que en verdad quiero y decir “Bueno y si no es aquí será en otro lugar.

En una parte me vi frente a mi gerente general y me disculpaba con él por juzgarlo, criticarlo y por mi falta de empatía hacía él. Sentí mucha compasión hacia su persona, pues sé que, como todos, hace lo que puede, lidia con mucho estrés y da lo mejor de sí. Mi amor no es sólo para mí.

Ya en lo más personal me ví eliminando gente que no aportada nada positivo en mi vida. Nada de amores a medias, ni personas que resten. En verdad que me sentía la última Coca en el desierto, tal vez algo egocéntrico, lo disfruté y reconozco que me hacía falta.

Logrando la intención

Yo tenía una intención muy presente, sanar mi relación con el dinero o la abundancia en general, después de todo lo pasado en la pandemia, y no lograba enlazar nada de lo que había visto con dicho fin. Me decía; “Ok, ya viste cosas del trabajo ¿pero y luego?”.

Fue hasta más tarde que comprendí. Como dije, gran parte de la noche me sentí empoderado, sobre todo después de recordar que todos tenemos una esencia de Dios y fue en ese momento que capté ¡Tenemos el poder de crear!

Este empoderamiento, confianza y amor propio que sentía me ayudaría a manifestar y crear la abundancia que deseo y merezco. Y no solo yo, todo aquel que lo vea así. El mensaje fue claro, había sido enviado y ahora toca mi parte de trabajarlo.

¿Otra vez tú?

Para mí el gran Plot Twist de la ceremonia fue este, pues es algo que ni buscaba ni esperaba. Otra vez volví a ver un amor del pasado y digo otra vez porque cuando hice hongos también apareció. Me sentí frustrado “¿Por qué te sigo viendo? ¡Ya basta!”.

En ese momento en que pregunté porque seguía haciéndose presente y porqué seguía amándolo. Incluso después de dos años, la Ayahuasca me reveló que nuestro amor viene de varias vidas pero que en esta vida no sería posible. “Pero si no es en esta vida… ¿por qué nos conocimos?, ¿Cuál es el fin?”, nunca recibí respuesta, aun así estoy seguro que hay una razón y no fue por casualidad.

Esta revelación me dolió muchísimo, fue el momento que más lloré, sentía cómo si se me hubiera muerto alguien, era un llanto tipo Victoria Ruffo acompañado de sollozos de funeral – “¿Por qué duele tanto?” – “Por qué es como perder una parte de ti mismo” –  Ahí entendí que por esa razón nos parecíamos tanto física y mentalmente, y el por qué habíamos conectado tanto en tan poco también, en algún punto fuimos parte de un mismo ser.

Lo que si me quedó claro es que en esta vida no será, algo que tengo que aceptar y trabajar con ello. Y que debo soltarlo cuantas veces sea necesario, las veces que se presente.

Enfrentando y liberando a mis demonios

Bien se sabe que con la Ayahuasca dejamos ir todo lo que no nos pertenece. A veces liberamos todo eso que traemos dentro llorando, riendo, vomitando y a veces hasta evacuando (Cagando pues, para que no haya confusión).

Gran parte de la ceremonia traía el estómago hecho giras, unos torzones que ni en la peor de tus diarreas, había momentos en los que pensé que me iba a hacer del baño. La primera vez sentí tan fuerte que me levanté para intentar ir al baño portátil establecido a unos pasos. En cuanto levanté la cabeza vomité, apenas alcancé a tomar la cubeta a mi lado.

Ya nos habían dicho que de ser posible vomitáramos en la tierra, en los árboles, cómo una ofrenda a la madre tierra. El último recurso era la cubeta, y de ser así (Cómo fue en mi caso) no quedarse mucho en ella, porque el plástico era una especie de espejo y se rebotaba, como si fuera un bucle.

Cuando se estaba vomitando (e incluso algunos momentos atrás) podía ver demonios entre las ranuras de las maderas del piso, si bien en la vida real el espacio entre tabla y tabla es aproximadamente de tres centímetros, en mi trip eran de veinte, lo suficientemente amplio para que pudiera ver la cara de estos seres asomándose.

Sólo puedo describirlos con piel blanca y ciertos rasgos negros, similar a La Monja de la película de terror. Sabía que eran malignos, no solo por su apariencia, sino porque se percibía. A veces eran tres y en otras ocasiones uno solo. A pesar de eso me sentía tan protegido por el trabajo de los facilitadores y el chamán que nunca tuve miedo.

Entonces cuando estaba vomitando en la cubeta por el momento me desconecté, me quedé peleando con el demonio, me enganché con él, “Disfruta el show”, “No pueden contra mí” le decía. En eso uno de los facilitadores llegó y me dijo; “Quítate de aquí, no te quedes en la cubeta, se regresa”, lo que ya nos habían dicho, y me acosté. Tal vez eso quería el demonio, que me quedará peleando con él. Después ya no lo volví a ver.

Más tarde las ganas del baño seguían, por primera vez de mis tres experiencias me levanté, nunca antes había caminado bajo los efectos de la Ayahuasca y vaya que fue un reto, todo se movía. Ya en el baño jamás pude hacer, incluso me quedé sentado un rato en la taza. Lo que si es que logré fue vomitar en la tierra, había momentos que escupía y era difícil sacarlo, cómo si en verdad eso que sacaba quisiera quedarse dentro.

Nunca me había sentido tan mal físicamente en ninguna ceremonia como lo fue en esta, entre el estómago, la vomitada, los mareos, todo, fue muy retador. ¿Pero sabes qué? Vale la pena.

Otros mensajes

En uno de los momentos en que contemplaba las maravillas de la vida y la creación me llegó el flashazo de que somos infinitos. Si bien dicen que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma, así pasa cuando morimos. E independientemente de a dónde va el alma, de si crees en la reencarnación o no, al morir transmutamos en mensajes/lecciones.

Por ejemplo piensa en alguien que hayas perdido recientemente ¿Qué mensaje te dejó?, ¿Qué le aprendiste? Tal vez te ayudó a vivir como si fuera el último día de tu vida, tal vez te enseñó a no guardarte nada, ni los “Te amo”, rencores o palabras que quieres decir. Todo aquél que muere nos deja una lección, un impacto y eso es con lo que debemos quedarnos. Ojo, no digo que no vaya a doler, pero si estar conscientes del legado que dejan en el mundo.

De igual forma, todo lo malo que ocurre, todas las cosas que consideramos malas tienen una función. Por ejemplo, el hambre ayuda a valorar los alimentos, la muerte ayuda a apreciar más la vida y así, cada cosa que sucede. A pesar de los retos a los que nos enfrentamos día a día, honestamente creo que todo es perfecto. Es por algo, que aunque no nos demos cuenta en el momento, fue diseñado por un plan divino.

La despedida

A aproximadamente a las siete de la mañana abrí mis ojos y vi como varios ya estaban despiertos. Poco a poco nos fuimos reuniendo en círculo para compartir alimentos y compartir nuestra experiencia. Todos con historias fascinantes, todos comentando como la Ayahuasca nos había cambiado la vida.

Muchos nos vimos reflejados en el otro, había personas de varias partes del mundo, fue un grupo muy lindo. Por ahí salí a conversación cómo otros también habían escuchado música que no venía ni de los facilitadores ni del chamán (Lo mismo que yo te conté al inicio), nos dijeron que eran los Aluxes, estos famosos seres de la cultura maya, similares a los duendes, el sonido era como de flautas y silbidos. Se habían unido a la ceremonia, pues estábamos en la selva, su hogar.

Esto ha sido lo más relevante de mi experiencia, seguro me iré acordando de más cosas y me irán cayendo más veintes. Te agradezco que te hayas tomado el tiempo de leerme. Si ya has hecho Ayahuasca me encantaría conocer tu experiencia, y si estas pesando en hacerla espero mis textos te ayuden a animarte, de verdad que es súper enriquecedor y creo que todos deberían hacerlo al menos una vez en la vida.

Si andas por Playa del Carmen o la Riviera Maya, aquí te dejo el contacto de las personas con las que hice la ceremonia. Súper recomendados. Aurora 984 806 5386.

Gracias, te quiero.

Short URL: https://bit.ly/3H4c0c9