A pesar de que sabía que mi estadía en este destino sería corta, desde el momento en que puse un pie en Mazunte supe que sería especial…
Llegamos en una camioneta que tomamos en el cruce de Pochutla. Todo el trayecto es una aventura, mientras se aprecia los paisajes formados por la vegetación.
En cuanto se entra al pueblo se siente una vibra diferente, todo es más ligero, más sencillo y pareciera que la palabra “estrés” no existiera en su vocabulario.
Al caminar notábamos la amabilidad de la gente, entre tantas sonrisas y acentos diferentes era difícil distinguir entre locales y residentes. Pies descalzos, poca ropa y cabello desaliñado eran algunas de sus principales características.
Llegamos directo a buscar hospedaje y para nuestra sorpresa había muchas opciones. En internet eran pocos los hoteles y hostales que aparecían y con muy disponibilidad, sin embargo, una vez ahí descubrimos que son bastantes y qué hay para todo tipo de bolsillo.
Una vez instalados en una habitación con vista el mar desde donde se podía disfrutar del sonido de las olas al reventar desde la terraza, nos dispusimos a recorrer el pueblo
Caminamos por sus calles viendo las opciones gastronómicas y de entretenimiento, seguimos hasta Playa Mermejita donde pasamos un rato antes de continuar hacia Punta Cometa.
Transitamos por sus senderos admirando la belleza natural del lugar. Maravillados por su flora, acantilados y todos los contrastes entre el mar y la selva que se presentaban en nuestro camino, hasta que finalmente llegamos a uno de los puntos donde se puede apreciar uno de los atardeceres más bellos de México.
Teníamos tiempo de sobra así que esperamos desde la cima, fuimos de los primeros en subir por lo que pudimos ver como poco a poco las personas iban arribando. En cierto momento éramos tantos que parecía un teatro al aire libre donde el gran espectáculo era apreciar la puesta del sol.
Cada segundo fue mágico, no había ni una sola nube, se podía ver toda la circunferencia del sol despidiéndose y esfumándose entre el mar. Una vez que oculto el show continuó por unos instantes más, pintando el cielo de incontables colores pastel entre amarillos, rosados y púrpuras, se podía sentir la magia.
Una vez de regreso nos dimos un baño para refrescarnos un poco antes de salir a conocer Mazunte de noche. Ya teníamos algunos lugares para comer y beber en la mira así que nos dirigimos hacia ellos.
Tras un mojito, unos tacos de pescado y una hamburguesa seguimos a una fiesta que habían invitado a mi compañera. Se trataba de una sesión de jam en La Cuisine, que parecía un rave hippie con excelente música y gran ambiente, se sentía como hermandad, como si todos fueran amigos de toda la vida.
La fiesta “terminó” y se mudó a otro lugar, un bar a pie de playa al que los mismos invitados se trasladaron en caravanas marchando como si se tratara de un desfile nocturno.
Nos retiramos temprano, cerca de las 2:00 am, ya que teníamos que levantarnos temprano para continuar con el viaje hacia otro destino de Oaxaca.
Horas más tarde sonó el despertador, justo a tiempo para que Mazunte nos otorgara un regalo más; un amanecer de ensueño, tan mágico como sus atardeceres.
Unos instantes más en la playa, un corto paseo por las calles y por último, un delicioso desayuno oaxaqueño fueron lo mejor para cerrar con broche de oro esta pequeña parada en Mazunte.
¿Cuándo visitarás Mazunte?